“Toda
persona tiene su propia misión o vocación específica en la vida …
en ella no puede ser reemplazada, ni su vida repetirse. De modo que la tarea de
cada uno es tan única como su oportunidad específica para llevarla
a cabo”.
(Víctor Frankl)
La
búsqueda del significado es el empeño más importante de la
vida. Como dijo Albert Camus, “el sentido de la vida es la pregunta más apremiante”.
Contrario
al pensamiento nihilista que sostiene que la vida no tiene un significado o
propósito, la dinámica de la vida humana misma declara su propio
sentido. La idea de que la vida tiene un sentido no es una invención de algún autor o
simplemente una definición tomada prestada de la teología o de alguna
filosofía, sino de la naturaleza misma del ser humano.
Existimos para un propósito; esta realidad yace en el alma de cada ser
humano. Esta necesidad de sentido dentro de nosotros, como decía el doctor Víctor Frankl: “Debe
corresponderse con una realidad”. Como lo expresa Franz Werfel: “La sed es la
prueba más clara de la existencia de algo parecido al agua”.
En
la misma línea de pensamiento comenta el Dr. Víctor Frankl: “Lo
esencial de la condición humana es el hecho de auto trascenderse, el que haya
algo más en mi vida que no sea yo mismo… Algo o alguien, una
cosa u otra persona distinta que yo”. El hecho de auto trascenderse el hombre
está relacionado con la necesidad profundamente arraigada
de dejar un legado, de poseer un sentido de significado, de marcar una
diferencia, de vivir para algo diferente a uno mismo.
Pienso
que la creencia de que la vida no tiene un significado está relacionada con la
dificultad que experimentan los seres humanos de hallar ese significado, de
conseguir esa correspondencia entre la necesidad de sentido que reside en
nosotros con algo en el mundo exterior que legitime ese sentido, que haga
figura dentro de nosotros. Al respecto el nihilista dice que debemos aprender a
soportar esa falta de sentido; Frankl, por el contrario, dice que lo que
necesitamos “es aprender a soportar nuestra inhabilidad para comprender en su totalidad
el gran sentido último”.
Es
en la dinámica de la vida misma, en el quehacer diario, en las
circunstancias que le han rodeado en cada momento de su vida, en las
experiencias vividas, en el movimiento propio que experimenta cada ser humano,
que adquiere forma – significado – la vida misma de cada hombre. Como lo
expresa Paul Tournier: “Un hombre en movimiento, continuamente experimentando
cambios, un hombre viviendo una
historia,
desenvolviéndose desde su nacimiento hasta
su
muerte. El mero movimiento implica significado en la vida”. El sentido que
descubre cada hombre está siendo forjado en cada suceso de su vida, sobre todo
en aquellos sucesos de especial significado, de impacto, que llevaron a cambios
trascendentales a la vida de esa persona, porque es en la transformación de la vida que el
cumplimiento de un propósito se hace evidente y la persona encuentra un
significado para su vida.
Cada
persona experimenta momentos cruciales en que su vida adquiere significado, y
se hace evidente el sentido de la vida para él. Son esos
momentos cuando, como dice Paul Tournier: “La vida de uno es apuntalada en una
nueva dirección. En cada vida hay varios momentos especiales que
cuentan más que todos los demás porque significan
adoptar una postura firme, un compromiso propio, una selección decisiva”. Agrega
Paul Tournier: “Estos puntos críticos en la vida son generalmente pocos en número. Pueden haber
sido lentos, casi inconscientes, gradualmente maduros a
Ahora
“tomar partido, responsabilizarse, y comprometerse”, sólo es posible si
hay conciencia de las propias vivencias, de nuestras necesidades; sólo así se posibilita la
asunción de compromiso por un propósito, la
responsabilidad por las acciones y sus consecuencias y la definición de un proyecto de
vida. Sin conciencia de lo vivido, no es posible encontrar en la dinámica de nuestra
vida – sucesos, interrelaciones, experiencias – la correspondencia entre la
necesidad de sentido en el alma de la persona y la realidad en el mundo
exterior, que permita establecer un significado a la vida. De lo contrario, la
realidad externa será percibida como amenazante e invasiva, ajena a la vida
propia – sin sentido. En tal caso la vida del hombre carecería de un propósito del que
asirse, algo porque vivir.
Si
no hay conciencia no hay capacidad de conexión con la realidad
circundante; no hay entonces posibilidad de nutrirse, aprender, madurar, crecer
y satisfacer la necesidad de sentido. Sin madurez de la conciencia que permita
metabolizar las experiencias vividas, no hay la posibilidad de “momentos
cruciales” que direccionen y definan la vida; y como consecuencia sobreviene el
vacío existencial que puede llevar a la persona a la
desesperanza, el escepticismo y el fatalismo.
Mientras
mayor sea la conciencia, el conocimiento, el contacto y la experiencia personal
con el propósito de vida identificado, más profunda será la motivación, la expectativa,
el apetito, el apremio y la determinación para avanzar en pos de la consecución del significado
de vida que hemos asumido. El propósito le imprime a la vida un acicate y un “sentido de
urgencia” de vivir según ese significado. Un propósito de vida nos
mueve también a establecer prioridades y a vivir con un enfoque
intencional, con la certeza de estar viviendo la vida que queremos vivir, y con
la convicción de no desperdiciar la vida. Tener un sentido de vida
llena a ésta de entusiasmo y de pasión: emoción con sentido de
dirección. Un significado de vida proporciona una sensación de bienestar y
plenitud y afecta profundamente la manera en que vivimos, a la vez que sirve de
punto de apoyo para el desarrollo de nuestra potencialidad como seres humanos.
En
la actualidad muchas personas manifiestan experimentar en sus vidas un profundo
vacío existencial, una falta de sentido, una carencia de
propósito, una ausencia de objetivos, una indefinición de un proyecto de
vida, que los mueva a la contribución, que direccione sus vidas y los motive a accionar y
encontrar su propio sentido de vida.
Por
el contrario, lo que existe es un fatalismo que carcome la vida misma, como
consecuencia de asumir la postura nihilista de que “la vida no tiene ningún sentido”. Al respecto
comenta el Dr. Víctor Frankl: “El fatalista se dice a sí mismo que eso no
es sólo inútil, sino completamente imposible, porque no somos
libres, ni siquiera responsables, sino que somos las víctimas de la
coyuntura, del entorno, de las circunstancias. Pero los fatalistas no tienen en
cuenta y olvidan que, en realidad, somos nosotros quienes configuramos las
circunstancias y los que podemos transformarlas allí donde haga falta”.
Como
hemos dicho, una de las necesidades básicas ser humano es la necesidad de auto trascenderse:
la necesidad de sentido, vale decir, la necesidad de estar al servicio de algo
más grande que la persona misma, de marcar una
diferencia, de consagrarse a una causa o un deber u otra persona.
En
la medida que el hombre traspasa las fronteras de su propio yo, será más humano, más fiel y auténtico con su propia
naturaleza.
Como
dijo el sabio Salomón: “Dios ha colocado eternidad en el corazón del hombre”. La
propia naturaleza del ser humano anhela y clama por lo trascendente, por lo
intemporal, por aquello que se proyecta en el tiempo. El ser humano vive
permanentemente en busca de un significado que le dé sentido a su vida y cuando
no lo encuentra sucumbe ante las exigencias del entorno. Como decía R. May: “El ser
humano no puede vivir una condición de vacío por mucho tiempo: si él no está creciendo hacia
algo, no solamente se estanca; las potencialidades reprimidas se convierten en
morbosidad y desesperación y eventualmente en actividades destructivas”. Esta
realidad se hace aún más manifiesta, en situaciones de dificultad y
necesidades de carencia (muerte, pérdidas importantes, enfermedades, etc.). Dice un
sobreviviente de los campos de concentración nazi, el Dr. Víctor Frankl: “Una
persona que se proyecta hacia un sentido, que ha adoptado un compromiso por él, que lo percibe
desde una posición de responsabilidad, tendrá una posibilidad de
supervivencia incomparablemente mayor en situaciones límite que la del
resto de la gente normal”.
Creo
que mucho del desencanto frente a la vida, del aburrimiento de la existencia y
de la incapacidad para lidiar con la cotidianidad de la vida, están relacionados con
la falta de sentido que experimenta el hombre hoy en día. Por el
contrario, como dijo Nietzsche: “¿Quién tiene un porque vivir, encontrará un cómo”? O dicho en
palabras del Dr. Stephen Covey:” Desgraciado de aquel que no viera ningún sentido en su
vida, ninguna meta, ninguna intencionalidad y, por tanto, ninguna finalidad en
vivirla, ése estaría perdido. El hombre que se hace consciente de su
responsabilidad ante el ser humano que le espera con todo su afecto o ante una
obra inconclusa, no podrá nunca tirar su vida por la borda. Conoce el «porqué» de su existencia
y podrá soportar casi cualquier «cómo»”.
ESTRATEGIAS METODOLOGICAS
RESPONDE
1. ¿Con cuál de las definiciones de la palabra “sentido”, se puede relacionar las flechas que aparecen en las calles de la ciudad?
2. ¿Cómo crees que se puede descubrir el sentido de la vida?
3. ¿Qué reflexión podrías darte acerca del juego de los rompecabezas, en relación con encontrarle sentido a la vida?
4. ¿Qué preguntas te has hecho en torno a tu vida en este mundo?
5. ¿Qué piensas acerca del suicidio; de las personas que toman esa decisión?
6. ¿Qué tanto valor le darías al azar, en el destino final de los seres humanos?
7. Según la reflexión que hagas de tu pasado, realiza un dibujo, en el que representes con colores y formas, lo que ha sido tu vida, y el sentido que lleva.
8. Elabora un texto respondiendo a
la pregunta ¿CUÁL ES EL SENTIDO DE TU
VIDA? Argumenta tu respuesta.
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