¿Resurgir de lo
religioso?
¿Sigue siendo
nuestra sociedad religiosa? ¿Tiene actualidad el tema de religión cuando hasta
en la escuela cuesta reconocerle un puesto legítimo? Se ha escrito que el
hombre es “un animal religioso”, que no puede vivir sin dioses ni ritos
religiosos: “el hombre no vive de otra cosa que de la religión o de ilusiones”
(G. Leopardi).
El sociólogo de
la religión E. Durkheim habla de la “pervivencia de la religión” a través de
todas las transformaciones históricas y vaivenes socioculturales: “Hay algo
eterno en la religión que está destinado a sobrevivir a todos los símbolos
particulares con los que sucesivamente se ha recubierto el pensamiento
religioso” (1). Y el gran especialista en la historia de las religiones, M.
Elía de, cree que “el hombre arreligioso en estado puro es más bien raro,
incluso en la más desacralizada de las sociedades modernas; la mayoría de los
hombres ‘sin religión’ se sigue comportando religiosamente, sin saberlo”
Podemos decir
por lo tanto que a pesar de la proclamación del fin de los estadios religioso y
metafísico y el inicio de la “era científica” de la humanidad por parte de A.
Comte y el positivismo filosófico, lo religioso sigue estando universalmente
presente y las religiones siguen estando vivas. Es más, desde los años 70 se
habla una y otra vez en los medios de comunicación de un “retorno de lo
religioso” ; quizá nunca como ahora han pululado tanto las sectas religiosas y
todo tipo de fenómenos pararreligiosos; el tema de los conflictos bélicos por
motivos religiosos, así como los fundamentalismos religiosos con connotaciones
políticas sigue siendo también, por desgracia, una noticia de las primeras
páginas de los periódicos. Las importantes personalidades religiosas y los
grandes profetas de la humanidad (Juan Pablo II, M. Teresa de Calcuta, Mons.
Romero, el Dalai Lama, el Pastor Billy Graham) siguen suscitando gran interés e
interpelando la conciencia de la humanidad; Jerusalén, Roma, La Meca o Benarés
continúan siendo el centro de atracción de millones de hombres que expresan sus
sentimientos religiosos en un mundo aparentemente desacralizado.
Muchos se han
preguntado y se siguen preguntando por las causas de esta especie de “resurgir
religioso” de la humanidad en una sociedad que se ha llegado a calificar de
post-religiosa. Se han apuntado sobre todo a cuatro causas, que pueden explicar
de alguna manera este interesante fenómeno:
1) La situación de crisis que vive la
sociedad actual, manifestada en todos los aspectos: económicos (desempleo,
endeudamiento, desigualdades...), sociales (hambre, enfermedades, droga...),
políticos (conflictos étnicos, territoriales, nacionalismos...),
medioambientales (sequías prolongadas, calentamiento de la tierra,
desequilibrio climatológico, destrucción de la naturaleza...). Toda crisis
produce inseguridad y propicia lógicamente la búsqueda de la salvación y
seguridad en la experiencia religiosa. Toda crisis profunda ha hecho florecer
los mesianismos, pero también la experiencia religiosa.
2) El fracaso de las ideologías: El marxismo
ha mostrado su estrepitoso fracaso en los países del este europeo; el
socialismo ortodoxo tampoco ha logrado imponerse ni terminar con las
desigualdades; pero tampoco el liberalismo ha logrado reducir las desigualdades
entre países ricos y países pobres, ni mantener el crecimiento económico, ni la
garantía del trabajo. El fracaso de las ideologías ha podido hacer también que
muchos vuelvan sus aspiraciones hacia la religión como único punto de apoyo
válido para sus esperanzas.
3) El exceso de racionalidad; El antropocentrismo
y el racionalismo de la época moderna ha dado como fruto una sociedad
aprisionada por los postulados de la ciencia y la técnica, caracterizada por el
“funcionalismo” y la eficacia, pero también por la falta de relaciones, de
comunicación y calor humano; en esta sociedad científico-racional se intenta
dar solución a muchos problemas concretos, pero no se pregunta por el sentido
de la vida; se plantea el “porqué”, pero no el “para qué” de las cosas y de la
vida. El exceso de racionalidad ha podido producir un resurgir de lo
irracional, pero también de lo mistérico y religioso; la deshumanización de las
relaciones ha hecho que el hombre busque el calor de la fraternidad en los
grupos humanos y religiosos, donde se pueda respirar y expresar los sentimientos.
4) La falta de certeza y unidad: El hombre
moderno vive en un mundo pluralista y fragmentado; el saber se va
especializando cada vez más, de forma que se sabe más sobre cosas concretas y
menos sobre la totalidad; el saber especializado ha llevado a “un mundo de
cosmovisiones fragmentadas” (4); por otra parte, el dinamismo progresivo de las
ciencias y la fragmentación del saber es también un motivo de inseguridad y
relativización del conocimiento y la verdad. El hombre de nuestro tiempo se
siente impotente ante un mundo técnico cada vez más sofisticado, en el que la
verdad escapa en una multitud de saberes dispersos. Es pues en cierto modo
lógico que, ante la falta de certeza y unidad, la persona busque en la
experiencia religiosa una síntesis que le haga el mundo inteligible, le dé las
certezas que no le puede dar el saber científico y le ayude a encontrar la
propia identidad.
En la
consideración de estas causas, se puede intuir el significado de la religión
para el hombre que se cuestiona permanentemente sobre el sentido de todo, pero
también aparece la ambigüedad y los límites de este supuesto “retorno
religioso” ... ¿No será este retorno algo puramente coyuntural, suscitado por
los problemas del momento? ¿Será la religión algo más que una pura ilusión que
ayuda a afrontar ciertos problemas del presente? Por otra parte, ¿cómo se
manifiesta esa vuelta a lo religioso y esa “pervivencia de lo sagrado”?
Algunas
precisiones necesarias
Conviene hacer
algunas distinciones previas, que nos ayuden a entender mejor la experiencia
religiosa y las mediaciones de las diferentes religiones.
a. Sentimiento y experiencia religiosos: El
sentimiento religioso es como la necesidad afectiva de estar ligado a algo
distinto de uno mismo; es como una cierta inclinación al misterio; es como la
prolongación de una afectividad sin objeto preciso; en el sentimiento se buscan
sensaciones y emociones, pero no implica ninguna creencia concreta. La
experiencia religiosa por el contrario es un encuentro y una superación: un encuentro
con un Dios, con un absoluto, con una energía vital que nos transforma, algo
presente y ausente, inmanente y transcendente; la experiencia religiosa es
además superación, pues nos ayudará a salir de nuestros límites y a entrar en
otra realidad; la experiencia lleva al descubrimiento que más allá del saber
científico, hay un conocimiento profundo de las cosas.
b. Creencia y fe: La creencia es algo
connatural al hombre, Toda persona tiene alguna creencia; creer es no saber;
uno cree cuando no está seguro y en toda creencia hay siempre una parte de
incertidumbre y duda; cada uno tiene su creencia o sus creencias, que no se
refieren únicamente a Dios, sino que integran toda cose de explicaciones de
fenómenos incomprensibles; por eso, puede haber creyentes que no pertenecen a
ninguna religión y creyentes en una religión que no siempre comparten los
postulados de fe. La fe es más que simple creencia; es también una apuesta por
la verdad no evidente, pero implica adhesión, fidelidad, compromiso; existe una
relación muy profunda entre el “fiel” y el objeto de su fe; la fe no es algo
puramente individual, sino algo compartido con una comunidad de fieles. Sin
embargo, hay personas que viven su fe fuera de una religión y hay también
miembros de una religión que “no tienen fe”. Una religión sería “la unión de
unos creyentes vinculados entre sí por una institución más o menos organizada;
están ligados por una tradición, por unas creencias y unos ritos comunes” (5).
c. Religión y magia: La magia implica una
actitud manipuladora de lo sagrado, entendiéndolo como “cosa” e
instrumentalizándolo en provecho propio o ajeno; convierte lo religioso y lo
sagrado en un medio para conseguir un fin. La religión, por el contrario,
implica sumisión y respeto ante lo sagrado, trata lo sobrenatural como sujeto y
no como objeto; el hombre verdaderamente religioso respeta el misterio y se
entiende dentro del misterio; la religión es un fin en si mismo y nunca un
medio manipulable para conseguir un fin (6).
d. Religión y fe: Aunque religión y fe van
unidas entre sí y a veces se entienden como sinónimos, sin embargo, pueden
distinguirse y de hecho, en buena parte de la tradición protestante (Barth,
Bohnhoeffer etc.) incluso se ven como dos cosas enfrentadas e irreconciliables.
Religión hace referencia más bien al conjunto de creencias estructuradas en un
sistema lógico de pensamiento, que lleva consigo una serie de tradiciones,
ritos y prácticas para relacionarse con Dios. La fe por el contrario sería la
respuesta personal ante la llamada que Dios hace al hombre. En la religión el
punto de partida es el hombre, en la fe el punto de partida es Dios.
e. Religión e ideología: No cabe duda de que
la religión tiene una gran similitud con una ideología y no siempre es fácil distinguir
ambas cosas. Muchas veces la religión ha ido vinculada a una ideología
dominante, que se ha servido de ella como “legitimación del orden social” el
catolicismo estuvo en muchos países europeos vinculado a la ideología
monárquica, o actualmente en algunos países el islam forma un conglomerado
político-religioso que no se puede diferenciar de una ideología. La religión es
a veces una explicación e interpretación global del universo y la sociedad, con
lo cual no es fácil distinguirlo de una ideología. Sin embargo, hay un matiz
importante a tenerse en cuenta y es que las ideologías, cuando parten de un
solo principio, tienden a imponerse a la libertad humana y fácilmente pueden
volverse totalitarias e intolerantes; la verdadera religión en cambio debe partir
de la libertad y posibilitar la verdadera libertad del hombre (8). La religión
y la fe cuestionan y superan todas las ideologías, pues la religión no tiene
porqué ser una explicación total y totalitaria del mundo.
f. Religión y moralidad: La moral
establece las normas y pautas de comportamiento humano. Se puede y se debe
aceptar una moralidad al margen de la fe y de la experiencia religiosa e
incluso, como dice Dostoievski, debemos admitir que “se puede amar a la
humanidad sin creer en Dios”. Puede y debe darse una moralidad basada en los
valores humanos. Por otra parte, la religión no puede reducirse a normas
morales. Pero, aunque son dos cosas distintas, sin embargo, no tienen por qué
estar separadas, sino que deberían incluirse mutuamente, pues en realidad “sólo
la existencia de un Dios personal puede realizar el mensaje de los valores
morales y justificar en última instancia la validez de esta obligación” .
Estas
distinciones son importantes para valorar y discernir la autenticidad que puede
haber en los supuestos florecimientos de lo religioso, como la de las
diferentes formas religiosas, que podemos encontrar en nuestra sociedad.
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