La conciencia moral ordena a la persona, «en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las opciones concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas; es decir, la posibilidad de ver nuestros propios actos en relación con los planes de Dios.
Al hablar de algo bueno o malo lo hacemos siempre por referencia a un «patrón». Pero ¿es la misma conciencia?, o ¿es algo objetivo? Lo veremos a continuación, pero podemos adelantar que la norma suprema de conducta es la ley divina. La conciencia solo descubre si sus acciones encajan con lo que Dios quiere. En consecuencia, la conciencia es norma próxima (subjetiva, personal, inmediata) de moralidad, pero la norma suprema (objetiva) es la ley de Dios.
Los actos morales, como actos que
son, están orientados hacia el exterior, la realidad, el mundo, los demás.
Pero, por ser morales, tienen un aspecto interno, que es el que hace que sean
valorables. No podemos olvidar que somos morales porque sabemos que podemos
elegir, porque sentimos que tenemos posibilidad de seguir caminos diferentes en
nuestra vida, porque nos damos cuenta de que nuestras acciones tienen
consecuencias. La conciencia de estas consecuencias es la base del aspecto
interno de la moral, en ella está el origen de la valoración de nuestros actos,
nuestros hábitos o nuestro modo de vida. Pero la conciencia moral es también
conciencia de la libertad, conciencia de que no todas las posibilidades de
elección son igualmente valiosas. Por eso es especialmente importante
plantearnos qué es y cómo funciona. La misma palabra que usamos para referirnos
a ella ya nos da una pista: estar consciente significa darse cuenta de lo que
ocurre alrededor. La conciencia es una forma de conocimiento o de percepción.
La conciencia moral es con lo que nos damos cuenta de lo que vale, de lo que
merece la pena para la vida, de lo que es bueno -o bien, de lo que no merece la
pena, de lo malo, de lo que hay que evitar-.
Hipótesis sobre el funcionamiento de la conciencia moral.
Al definir la conciencia como un
tipo de conocimiento o de percepción estamos reconociendo que es una realidad
compleja. Cuando valoramos una acción realizada o por realizar, la conciencia
moral puede actuar de maneras diferentes: podemos sentir que lo que hemos hecho
o vamos a hacer está bien o mal, sin saber exactamente por qué; podemos también
analizar las consecuencias reales o posibles de nuestra acción y su
conveniencia; podemos recurrir a pensar en normas previamente aceptadas para
enjuiciar la acción... A lo largo de la historia, distintas corrientes de
pensamiento sobre la moral han dado mayor importancia a alguno de estos modos
de actuación de la conciencia moral.
El intelectualismo moral, por
ejemplo, considera la conciencia moral como el conocimiento de lo que es bueno
y lo que es malo. Se produce en él una identificación entre el bien y el
conocimiento, por una parte, y el mal y la ignorancia por otra. En
consecuencia, según el mismo, sólo obramos mal porque creemos, en nuestra
ignorancia, que ese mal que hacemos es un bien para nosotros. La manera de
conseguir actuar correctamente será, pues, educar a nuestra razón en los
principios de la moral para que no pueda llevarnos a valoraciones incorrectas
sobre la bondad o maldad de las cosas y las acciones.
El emotivismo, por el contrario,
es el planteamiento de la conciencia moral como sentimiento. Según los emotivitas,
por medio de la razón sólo podemos llegar a comprender lo útil o lo conveniente
para determinados fines, pero no si algo es bueno o malo. La bondad o maldad de
actos, palabras, etc. se siente, no se conoce racionalmente. Los juicios
morales, para los emotivitas, no son más que medios para comunicar esos
sentimientos y para intentar convencer a los demás de su validez.
El intuicionismo tampoco
considera que la razón sirva para determinar la maldad o la bondad de las
acciones y las cosas: la conciencia moral, según los intuicionistas, percibe
directamente lo bueno y lo malo. Puesto que el bien no es una cualidad natural
-como el color-, no puede percibirse por medio de los sentidos físicos. Esto
hace que los intuicionistas vean la conciencia moral como un sentido moral
-intuición moral- que percibe directamente la bondad o maldad de las cosas y
las acciones, sin intervención de los sentidos físicos ni del razonamiento.
El intuicionismo y el emotivismo
niegan que la razón sea el componente fundamental de la conciencia moral,
aunque desde posturas muy diferentes. El intuicionismo considera que el bien y
el mal están en las cosas y las acciones, son cualidades reales que percibimos.
El emotivismo, por el contrario, sostiene que son sentimientos que provocan
esas acciones y cosas en nosotros; sentimientos que pueden variar de una persona
a otra y son objeto de discusión.
Los prescriptivistas, en cambio,
consideran que la moral se basa en el carácter prescriptivo (imperativo) de sus
juicios. La conciencia moral, según estos autores, asiente o rechaza los
mandatos que presentan los juicios morales. La manera de demostrar el
asentimiento a lo que dice una norma es cumplirla, la de demostrar el rechazo,
no cumplirla.
Todas estas teorías destacan
aspectos parciales de la realidad total que es la conciencia moral. Ésta se
compone tanto de razonamientos y juicios como de sentimientos, intuiciones o
mandatos.
El origen de la conciencia moral.
La consideración del origen de la
conciencia moral puede ayudarnos a comprender mejor su naturaleza y su
funcionamiento. Acerca de este tema también se han desarrollado distintas
opiniones a lo largo de la historia.
En primer lugar, desde la
creencia en lo sobrenatural, se ha considerado la conciencia moral como una
expresión de la ley divina. En el ámbito cristiano medieval, por ejemplo, se
consideraba que Dios ha dado la conciencia moral al ser humano para que pueda
reconocer la ley natural, que es el desarrollo de la ley de Dios en este mundo.
No vamos a discutir este tipo de opinión, ya que depende de la creencia previa
en alguna realidad sobrenatural, lo cual queda fuera del ámbito de una discusión
racional.
Por otra parte, desde posturas
naturalistas, se ha defendido a veces que la conciencia moral es una capacidad
innata de tipo racional que nos permite decidir sobre lo bueno y lo malo. Desde
este tipo de posturas también se ha defendido que es innata, pero no racional,
sino una especie de sensibilidad o de capacidad perceptiva para el bien y el
mal.
Por último, desde distintos
enfoques, se ha considerado que la conciencia moral se adquiere. Según estas
teorías, la tomamos del entorno en que nos hemos desarrollado. Los valores
dominantes en los distintos grupos sociales en que nos movemos afectan a
nuestro modo de valorar las cosas y las acciones. A lo largo de nuestra vida,
esta conciencia irá desarrollándose y variando, aunque lo fundamental de la
misma se adquiere en la infancia y la adolescencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario